JOSE BRECHNER
“Piensa en la mañana. Actúa al mediodía. Come en la tarde. Duerme en la noche”. –William Blake
Se ha vuelto costumbre en Latinoamérica, salir de parranda en la madrugada. La hora para cenar es las 11:00 PM, para ir a bailar las 4:00 AM. Pocos aprendieron de los norteamericanos que se divierten tanto o más que otros en el mundo, pero temprano.
El envidiable modo de vida americano también contempla la diversión, y en la mayoría de los estados, fue regulada “la noche”, para que la gente salga, coma, tome, se entretenga, vuelva a casa sana y salva, y pueda ir a trabajar después del fin de semana con la cabeza despejada.
El secreto consiste en establecer horarios inteligentes de cierre de bares y discotecas, obligando a los juerguistas a nombrar o contratar conductores que no bebieron alcohol, para que los lleven. Así se evitan accidentes y también peleas. Aquellos que quieren continuar la fiesta pueden hacerlo en su casa, sin molestar ni poner en peligro a extraños.
Pero no es sólo por prevenir trastornos sociales que conviene “regular la noche”, la falta de sueño es causante de problemas psicofísicos, que alteran la salud, el humor y la longevidad.
Sin sueño adecuado, las personas cabecean durante el día, se vuelven irritables, y no pueden concentrarse para realizar adecuadamente tareas sencillas. Andan como zombis, hablando a solas o balbuceando.
La falta de coordinación cerebral y física, les absorbe a las empresas enormes pérdidas por errores que podrían haberse evitado si sus empleados estuviesen bien descansados. A los japoneses les cuesta 30.000 millones de dólares anuales, a los estadounidenses 150.000.
Según la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos, se ha comprobado que la escasez de sueño causa daños físicos y mentales. Impide la habilidad de pensar, de manejar el stress, de mantener un sistema inmunológico sano y de moderar las emociones.
El sueño es tan importante sobre la salud general, que su falta puede llegar a ser fatal. En el laboratorio, ratas a las que se les impidió dormir, murieron después de dos a tres semanas.
Sin sueño adecuado las funciones cerebrales se deterioran rápidamente. La memoria sobre errores cometidos desaparece, haciendo que vuelvan a ser repetidos recurrentemente, y la memoria general se malogra. La falta de habilidad para tomar decisiones correctas se incrementa, y el cerebro cae en un patrón que le impide generar nuevas ideas para solucionar problemas.
Otras consecuencias son: depresión, enfermedades del corazón, hipertensión, tiempos de reacción más lentos, habla ininteligible, temblores, y obesidad.
El aumento de peso y la diabetes, son colaterales, ya que la falta de sueño genera cansancio, reduciendo la actividad física durante el día y altera el funcionamiento de las hormonas y el metabolismo durante la noche, dando la sensación de hambre insaciable, justamente cuando el organismo funciona más lentamente y el cuerpo asimila más calorías.
De acuerdo a la Facultad de Medicina de la Universidad de East Virginia, gente que durmió solamente 16 minutos menos que el promedio está en riesgo de aumentar de peso. Pese a lo inconsecuente que parece ese corto tiempo, sumándolo, añade dos horas menos de sueño por semana.
Después de controlar el estilo de vida y los factores de salud, los investigadores calcularon que esas dos horas menos de sueño, están asociadas con un incremento de 10 puntos en el índice de masa corporal (BMI), o la relación entre un peso normal y la obesidad.
Muchos creen que si duermen unas horas ahora y otras después, estarán como nuevos. Por más que uno se sienta mejor, la respuesta es negativa. Dormir una siesta o tratar de compensar lo no dormido, no es solución. Para recuperar el estado de salud ideal, hay que dormir ocho horas seguidas. Desde 1960 hasta la fecha el promedio de sueño se ha reducido de 8,5 horas a siete.
A medida que envejecemos sufriremos alguna forma de desorden onírico. Más del 50 por ciento de las personas encima de los 64 años tiene algún problema. Los cambios físicos que aparecen con la senectud y el aumento de otras condiciones médicas también afectan el sueño, especialmente en las mujeres menopáusicas. El problema no está tanto en la cantidad de sueño que obtienen sino en la calidad, ya que duermen menos profundamente.
También se descubrió, que dormir siete horas o más reduce el riesgo de calcificación de las arterias, que es uno de los primeros síntomas de desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Una hora adicional de sueño por noche equivale a una reducción de 17 mm de mercurio en la tensión sistólica, destacaron los científicos del Centro Médico de la Universidad de Chicago.
Se hizo el muestreo con 495 participantes (voluntarios con buena salud de unos 40 años). Las arterias calcificadas aparecieron en 27 por ciento de los colaboradores que dormían menos de cinco horas por noche. Esa tasa se redujo a 11 por ciento entre quienes durmieron de cinco a siete horas. Y de los que dormían más de siete horas, sólo seis por ciento desarrolló calcificación arterial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario