En la Cabalá, la felicidad deja de ser un misterio. Este concepto de la felicidad, que para muchos es simplemente una idea vaga, puede fraccionarse para analizar sus componentes y poder entenderlo. Y de la misma manera en que tenemos el e=mc2, existe también una fórmula para alcanzar la felicidad duradera.
* Rav Dr. Michael Laitman
“Piensa rápido, ¿qué es lo que te haría realmente feliz?”
Con este encabezado daba inicio el artículo aparecido en la revista Newsweek en su edición de mayo 2007, dedicada al tema de la felicidad. Reconocidos psicólogos internacionales, sociólogos, biólogos y economistas intentaron dar respuesta a la eterna pregunta, “¿Cuál es el secreto de la felicidad?”, o más directamente, “¿Qué debemos hacer para alcanzar la felicidad?”
El dinero del vecino vale más
“¿Será dinero?”, se preguntaban los investigadores. “Si yo tuviera dinero”, alega el típico fantasioso de la felicidad, “haría todo lo que yo quisiera: viajar por el mundo, comprar lo que se me antojara, sería independiente y tendría el control de mi existencia. En pocas palabras, el dinero me traería la felicidad, ¿no es así?”
De manera sorprendente (o no), los estudios más recientes nos muestran que una vez que tenemos la cantidad suficiente para llenar los satisfactores básicos, el dinero deja de ser una fuente de felicidad. De hecho, una investigación muy conocida revela que los ganadores de la lotería pierden la euforia inicial con bastante rapidez. Al cabo de poco tiempo, su estado de ánimo es exactamente igual al que tenían antes de su buena suerte.
Efectivamente, una vez que hemos acumulado más dinero del que necesitamos para nuestras necesidades básicas, la capacidad de disfrutar se va opacando con preguntas como, “¿Estoy a la altura de los Pérez?”, pues no importa qué tanto ganemos, siempre nos va a parecer que los billetes de nuestro vecino valen más.
La economía de la felicidad
¿Qué podemos decir de nuestro tiempo de ocio? ¿Si trabajáramos menos y tuviéramos más tiempo libre, llegaríamos a sentir la tan ansiada felicidad?
Los investigadores rechazan tal hipótesis categóricamente. En el “Mapa de la Felicidad del Mundo”, que publicó recientemente la escuela de psicología de la Universidad Leicester de Inglaterra, los industriosos Estados Unidos de América ocupan un respetable lugar 23, mientras que los franceses, que gozan de un buen número de semanas de vacaciones, se colocan en un desconcertante lugar 62.
Una por una, los investigadores de la felicidad han desautorizado las teorías más conocidas sobre el camino que conduce a ella. Han llegado a la conclusión que a la larga, las circunstancias como triunfar en la profesión, ser feliz en el matrimonio e incluso gozar de buena salud no nos garantizan la felicidad.
Por lo tanto, ¿qué es lo que nos haría felices? Ésta es justamente la pregunta que deja a los investigadores sin habla. Por alguna razón, es más sencillo identificar los factores que no nos dan la felicidad, que ofrecer una fórmula práctica para la verdadera felicidad.
“La felicidad está por doquier -dentro de los libros más vendidos, en las mentes de los creadores de políticas sociales, y es el punto central de los economistas-, sin embargo, sigue siendo esquiva”, concluye Rana Foroohar, la veterana editorialista de economía del Newsweek.
Entonces ¿Qué podemos hacer para capturar la efímera felicidad?
La mecánica de la felicidad
Para descifrar el secreto de la felicidad, debemos descubrir en primer lugar quiénes realmente somos y cuál es nuestra naturaleza, lo cual es muy sencillo: Somos el deseo de ser felices. En otras palabras, todos nosotros queremos recibir placer y disfrutar, o como lo llama la Cabalá, “el deseo de recibir”.
“… El deseo de recibir placer constituye toda la sustancia de la Creación, desde el principio hasta el final, hasta que toda la incalculable cantidad de criaturas y sus variedades no son otra cosa sino grados y valores distintos del deseo de recibir.”
Cabalista Yehuda Ashlag
(Baal HaSulam)
Prefacio a la Sabiduría de la Cabalá
Tal vez estén familiarizados con lo anterior. Pero nuestra naturaleza, el deseo de recibir, es mucho más sofisticada de lo que nos parece. No es tan sólo un deseo constante que siempre nos está dando ligeros codazos para buscar la felicidad. Este deseo de recibir es realmente lo que nos mueve a realizar todo, desde las acciones cotidianas, insignificantes, hasta los pensamientos que pasan por nuestra mente.
El deseo de recibir busca satisfacción a cada paso y se asegura que no descansemos hasta satisfacer sus demandas. Es el que determina constantemente nuestro estado de ánimo; si lo complacemos, nos sentimos felices, nos sentimos bien, la vida es una canción; pero, si no lo hacemos, estaremos frustrados, enojados, deprimidos, nos volvemos violentos y hasta con pensamientos suicidas.
Puede que ya lo hayas reflexionado: lo que tan a menudo pasa para nosotros inadvertido –y lo que por cierto constituye la clave para develar el secreto de la felicidad- es el hecho que, una vez que hemos complacido nuestro “deseo de recibir”, el placer que en algún momento sentimos, desaparece.
El célebre autor irlandés Oscar Wilde, definitivamente lo sabía cuando escribió, “En este mundo sólo ocurren dos tragedias. Una, es no conseguir lo que queremos y la otra es conseguirlo. La última es por mucho la peor, es una verdadera tragedia”.
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