19/2/11

Enseñando A Nuestros Hijos A Hablar Positivamente

Si nuestra forma de hablar alguna vez ha sido impactada, entonces nuestros hijos aprenderán de manera automática nuestro mismo lenguaje. Hablar positivamente no se aprende oyendo un sermón de padres a hijos sino, oyendo y viendo de manera natural el lenguaje ordinario que tengamos los padres.

Si queremos que nuestro hijo hable buenas palabras, sea optimista, tenga una actitud positiva y reaccione correctamente ante las circunstancias difíciles, entonces tenemos una grande tarea y misión que cumplir. Cuando el día es nublado o lluvioso y exclamamos: ¡Que formidable día! O decimos lo contrario: ¡Que día tan horrible! Y nuestros hijos lo escuchan, serán afectados dependiendo de nuestras expresiones, o no?

Aprendamos a decir si, si o no, no. Queramos o no, estamos modelando para nuestros hijos principalmente. Nuestra forma de reaccionar ante una situación económica, por ejemplo cuando no tenemos ni que comer, será asimilada por ellos. Estemos quietos o tranquilos y esperemos una provisión o busquémosla
Puede ser algo más difícil, por ejemplo ante un desastre natural, pero si hemos aprendido a que todo lo que pasa a nuestro alrededor es para bien, entonces, reaccionaremos con una actitud positiva, de calma y paz, pero también de buscar una solución pronto, por ejemplo si se nos inundo la casa.

Es un arte que se ha perdido, el poder hablar de manera eficaz y positiva. Quizás debemos desechar y combatir todos nuestros pensamientos de temor, angustia y desasosiego primero y luego empezar a cultivar un nuevo lenguaje.

Nunca debemos lanzar maldiciones a nadie, porque esas maldiciones se nos pueden revertir y perjudicarnos, antes por el contrario debemos de cultivar el desear el bien para los demás. Debemos de bendecir en vez de maldecir.

Si esto oyen nuestros hijos de nosotros los padres, ellos, téngalo por seguro nos imitarán. No se queje y ellos no se quejarán, no maldiga y ellos no maldecirán. Vamos la vida es práctica, no desaprovechemos la oportunidad de que nuestra lengua sufra una transformación antes que nuestros hijos empiecen a hablar de manera positiva.

Tratemos de enfocar nuestra vida y nuestros pensamientos para hablar bien de los demás, busquemos oportunidades para ver las virtudes de los demás y reconocerlas, cambiaremos nosotros y a los demás también. Nuestras palabras tienen poder, para hacer bien o para hacer mal, para destruir o para construir, para animar o para desanimar.

Por Profe. Ramiro Ruiz Rojas
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