Autor: Musa Ammar Majad
El hallazgo, comenta Burton comentando a Mirabeau, de una “peculiar perversión erótica” corresponde a la congregación jesuita española: un hombre con cola. De Manila era oriundo ese sujeto o, mejor, ese apéndice, el cual, para cualquiera, suplanta y excede la personalidad del ser al que pertenece. Y es que decimos “un hombre con cola” y no pensamos en el hombre, pensamos en la cola. A esto añádase lo siguiente: una cola que era una prolongación móvil, con una medida de “7 a 10 pulgadas”. ¿La perversión? El hombre era “colocado entre dos mujeres, gozando la una de modo natural, y la otra usando la cola como penis succedaneus”. Refiero esta anécdota porque es interesante que se asocie un apéndice como la cola, y no el órgano sexual masculino, al sexo.
Más explícitamente, a las perversiones del sexo. (Si es que tal cosa existe: recuerdo que Woody Allen ha sostenido que el único acto sexual bueno es el sucio.) La presencia de la cola en seres humanos simboliza, por lo general, el aspecto animal. No obstante resulta curioso que, en esta anécdota, la cola no tiene un perjuicio o una carga moral; a mi modo de ver implica un uso físico, estrictamente sexual y placentero. La palabra que mejor lo describe no es aleccionadora: pornografía. "Pornografía" proviene del vocablo griego pornographos, que significa "escrito acerca de las prostitutas". Realmente la raíz no dice mucho. Habría que propiciar una definición más acertada. Según el DRAE reciben este nombre las obras obscenas; empero, igualmente considera que la pornografía es un tratado acerca de la prostitución.
¿Debe entenderse entonces que todo libro científico, sea médico o sociológico, que aborde el tema de la prostitución debe considerarse pornográfico? Siguiendo al DRAE tendríamos que contestar afirmativamente. Para María Moliner un escrito obsceno viene a ser lo mismo que pornográfico y aquel autor que trata sobre la prostitución viene a ser un pornógrafo. Aquellos escritos que excitan morbosamente la sexualidad son considerados pornografía. No son de extrañar estas apreciaciones. Para María Moliner el término erótico, en sentido peyorativo, implica una exageración morbosa del aspecto sexual; además, para el DRAE lo erótico también hace referencia a lo que excita el apetito sexual. En fin: lo erótico se confunde con lo pornográfico; lo pornográfico se confunde con lo obsceno.
Particularmente pienso a la pornografía como la exposición tergiversada del sexo, tal y como sucede en nuestra anécdota. Lo que sucede es que a veces el hilo divisorio se rompe (¿lo rompemos?). La fantasía sexual es básicamente lo mismo que la pornografía, a diferencia que la fantasía ocurre en el interior de la mente; de hecho, podemos imaginar situaciones eróticas que estimulen nuestro apetito sexual, sin llevarlas a cabo. Esto suscita otro término: erotismo. El erotismo indica deseo ascensional, hace que imaginemos, nos lleva a la transfiguración de la sexualidad. No en balde la sexualidad ha desempeñado un papel fundamental en la historia y, a menudo, ha sido vinculada al mundo de lo sagrado.
Escritores como Pierre Louis, Henry Miller, Pierre Klossowski, Juan García Ponce, han reivindicado al erotismo como un fenómeno eminentemente humano y, por tanto, cultural, despojándolo de prejuicios que cierran de tajo las puertas a la sexualidad. Autores como los mencionados “luchan” contra aquellos naturales de la “virtud” que ejercen el acto de satanizar lo erótico haciéndolo pornográfico. Tanto es así que han clasificado la pornografía. No es que yo comparta esta distinción, pero necesito referirla para poder llegar al sentido de este artículo. Es como sigue. Existen varias maneras de clasificar las perversiones sexuales. Primeramente hay una pornografía leve y una pornografía fuerte. La primera se limita a insinuar o sugerir ciertas actividades; la segunda las manifiesta explícitamente. También existen particularidades tales como bestialidad (relaciones sexuales con animales), cautiverio, tortura, travestismo, pederastia, violencia sexual, fetichismo, incesto, necrofilia.
Clasificación infinita como infinita son las parafilias. Pienso que estas iniciativas, moralmente condenables algunas, más allá del texto (libro, cine, canción, o cualquier otro) que las soporte, quieren dejar hablar a la experiencia erótica, de liberarla del silencio, de incorporarla a la esfera pública. Si el erotismo es tal vez una de nuestras emociones más intensas no es lógico que hagamos como si no existiera. Quizá tanto silencio y marginación de lo erótico sólo sea consecuencia del miedo: "el hombre es un animal que ante la muerte y ante la unión sexual queda desconcertado, sobrecogido", afirma Georges Bataille. Lo que digo es que el miedo también se supera. Pienso en Federico Andahazi, quien en sus libros ha materializado el sexo como signo cultural argentino, como motor de una patria. Pienso en Burton y el título del libro del que extraje la anécdota: Pederasty. Pienso en que todo es materia discursiva. Aún el sexo.
http://www.articuloz.com/ensayos-articulos/sexo-y-discurso-1157619.html
Sobre el Autor
Musa Ammar Majad nació en Tariba, Estado Táchira, Venezuela, en 1977. Es Licenciado en Letras, con Mención en Historia del Arte, graduado Summa Cum Laude por la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. También posee estudios en literatura por la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.
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