protector de ésta en la ninez y la adolescencia. Generalmente en la pubertad ya se
halla semiperforada para permitir el paso de la sangre menstrual. Su nombre deriva del dios griego del matrimonio y está unida a las más arcaicas tradiciones, como supuesto testimonio de la virginidad femenina.
Su grosor y rigidez varía en cada mujer. Si permanece intacto antes de la primera penetración, es inexacto que provoque
Su grosor y rigidez varía en cada mujer. Si permanece intacto antes de la primera penetración, es inexacto que provoque
un dolor tan desmesurado como el que la literatura hace creer. Este dolor suele provocarlo los nervios del momento, que producen la contracción de los músculos vaginales impidiendo una penetración suave.
El himen ha sido desde el principio de los tiempo la "marca" que determinaba si una mujer había mantenido relaciones sexuales o no. Hoy en día se sabe que eso es falso.
Entre los mamíferos sólo la hiena y el topo comparten con la mujer una fina membrana
de tejido conjuntivo que cierra parcialmente la entrada de la vagina. Su elasticidad
y espesor varía de una mujer a otra, pero su perforación permite siempre el flujo de
la regla.
En la mujer virgen, la también llamada membrana de la virginidad puede cubrir por
completo el orificio, pero en general lo rodea como un anillo ajustado. Existe la
creencia popular de que la mujer que lo conserva intacto jamás ha tenido relaciones
sexuales, así como que la mejor prueba de ello es que penetración sea dificultosa,
haga sangrar y cause dolor. Pues bien, resulta que una mujer puede tener una vida
sexual activa y un himen intacto o, por el contrario, que una joven virgen no lo
conserve.
El himen puede romperse al cabalgar, al andar en bicicleta o al realizar un ejercicio
brusco por lo que su ausencia no prueba que la mujer no sea virgen. Después de todo a
la hora de mantener relaciones sexuales no es eso lo verdaderamente importante.
¿Se puede romper por accidente?
Dado lo fácil que es desgarrarlo, el himen puede romperse accidentalmente. Está
demostrado que los tampones distienden progresivamente el himen y acaban ensanchando
el orificio. Lo mismo puede decirse de la práctica regular de la equitación, de la
danza o de deportes violentos.
Pero también existe la situación opuesta. La elasticidad del himen es tal que, a
veces, permanece íntegro después de varios contactos sexuales. Es más, hay casos de
mujeres embarazadas con el himen intacto. Por tanto, ni los mismos médicos pueden
constatar si una mujer mantuvo relaciones sexuales en el pasado, posea o no la
membrana vaginal.
¿Para qué sirve esta membrana?
No se sabe. Algunos expertos sugieren que el cometido del himen no es otro que el
de servir de barrera protectora contra las infecciones durante la niñez.
Pero a falta de conocido provecho biológico, el himen ha adquirido un valor simbólico
que sólo ha servido para discriminar al sexo femenino. En algunas sociedades el
llamado virgo se consideraba un marchamo de garantía de la honra femenina y las
recién casadas estaban obligadas a demostrar en la noche de bodas su virginidad.
En la actualidad, ésta ya no se considera ni un valor ni una garantía de pureza,
salvo en los países musulmanes y entre ciertas etnias, como la gitana, en las que
este mito está profundamente arraigado.
Es una membrana fina de tejido conjuntivo que cierra parcialmente la entrada de la
vagina y la protege en la infancia de las infecciones y microorganismos externos.
Con la llegada de la adolescencia, la vagina desarrolla su propia flora para autode-
fenderse y el himen pierde su utilidad haciéndose con el paso del tiempo más fino y
por eso puede romperse con más facilidad.
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